He contado muchas cosas durante toda esta primera temporada. A todo el que lo haya leído le ha llegado mucha información, para unos totalmente nueva, para otros más familiar. Pero es difícil saber que hacer con tanta información. En el mundo actual, si nos paramos a pensarlo demasiado, parece una utopía vivir nuestra vida sin sentir que estamos perjudicando a gente de todo el mundo y eso es desalentador. La magnitud del problema ya parece desalentadora cuando vemos la complejidad de nuestro sistema alimentario. Y eso que este es solo una parte del gran sistema en el que vivimos todos lo humanos y que compartimos con infinidad de otras formas de vida.
Pero es después de esa primera visión pesimista cuando debemos tomar una decisión, una que no es nada fácil de hacer. Debemos elegir entre dejarnos llevar por lo “normal”, por los hábitos que hemos creado en la sociedad, por un orden muy frío de prioridades, por los razonamientos supuestamente lógicos que rigen nuestro mundo, o bien, podemos intentar cuestionar todo eso.
Cambiar no es fácil, ni rápido, ni inmediato. El ser humano es un animal de costumbres y cambiar esas costumbres cuesta, cambiar la percepción que tiene uno mismo dentro del mundo no es sencillo. Pero es está reflexión lo que, en última instancia, el mundo necesita. Necesita gente valiente que se implique en su comunidad, que actué de forma coherente con lo que cree justo, aunque hacer eso sea mucho más complicado decirlo que hacerlo.
No tenemos otra opción que intentarlo. Pero para poder intentarlo creo que hay que llegar a conclusiones por y con uno mismo. Asumir que el mundo no es perfecto, que nosotros no somos perfectos, pero no por ello debemos autoflagelarnos, aislarnos o desistir en la búsqueda de algo mejor. Y todo lo contado sobre la alimentación me parece la mejor muestra de ello.
Es muy complicado ser el consumidor perfecto para esta sociedad, es complicado renunciar por a algunos lujos que nuestro desarrollo nos ha facilitado, pero no hay que perder el ánimo por ello. No hay un nivel perfecto de actuación, solo hay una actitud de cambio para intentar actuar mejor. Me quedo con una frase de la que no recuerdo el autor, pero que para mi refleja a la perfección lo que se siente en esa situación.
“Una persona que no se contradice unos cuatro o cinco veces al día, es una persona que no tiene sus principios nada claros.”
Ten contraducciones, e intenta cambiarlas, que es bueno darse cuenta de ellas. Cuanto menos las escondas detrás de justificaciones fáciles, más coherente se puede ser con uno mismo. Y sentir que estas intentando hacer lo correcto y corregir cosas, no siempre nos genera felicidad desvordante, pero si una sensación de paz con uno mismo que puede ser más fuerte y duradera.
Hablando de comida esto podría implicar ciertos cambios en nuestra rutina, desde hechos muy simples como llevar bolsa de tela a la compra, hasta otros más costosos como reducir nuestro consumo de carne o no limitarse a comprar todo en la misma gran superficie. Cada uno hará lo que crea conveniente. Esos pequeños cambios no serán los que solucionen los problemas de la humanidad, ni los que mejoraran rápidamente las situaciones tan críticas como las de la desigualdad o la ecología, pero harán algo que puede ser más importante, mostrar que otro camino es posible.
Los retos a los que la humanidad se va a enfrentar en el siglo XXI son aterradores, pero como especie solo nos queda una opción, reaccionar. Los cambios en el mundo se producen cuando sus habitantes están dispuestos a ello y nosotros, tristemente, no lo estamos aún. El tiempo no juega a nuestro favor y la velocidad de los cambios que estamos viviendo acentúan unos problemas que abruman, pero estoy seguro de que las respuestas que llegarán serán espectaculares por igual.
Es difícil saber donde empiezan esos retos. Esto es solo mi diagnóstico y mi opinión. La solución a problemas tan complejos no voy a poder darla yo. Pero si puedo hacerme preguntas, cuestionar la visión tan materialista que rige nuestro desarrollo, originada por la búsqueda del crecimiento infinito no hace más que despreciar nuestros recursos naturales y ecosistemas y eso genera una incompatibilidades con los retos a los que nos vamos a enfrentar como especie.
Para ello pretendo dar es una herramienta para que cada uno indague, tanto dentro como fuera de si. Que cada uno cuestione sus actos y vea si el hecho de que sean “lo que hace todo el mundo” signifique que no pueda cambiarlos. Que cada uno piense que sociedad quiere e intente participar en el cambio que busca. Que cada uno encuentre esa pelea por la que cree justo luchar y actué. Porque sabemos que el mundo cambia con nuestro ejemplo y no con nuestra opinión. Pero, joder, como cuesta dar ejemplo.