Para entender mejor cualquier tema, creo que lo mejor es empezar por el principio. Por eso empezaré por los orígenes de nuestra forma de obtener alimento. No hablaré los primeros pasos de la agricultura y ganadería, sino de los orígenes del sistema que aumentó la producción de comida a un ritmo sin precedente y permitió un desarrollo sin igual.
¿Dónde está ese principio?.
Tras la revolución industrial y acabada la Segunda Guerra Mundial, en un contexto más pacífico, las instituciones gubernamentales estadounidenses, de la mano de las más grandes empresas del momento, como Ford y Rockefeller, decidieron apostar por darle un impulso al modelo de producción de alimentos. Además, en la industria alimentaria del momento surgió la necesidad de vender esos productos que se habían creado para los soldados en la Segunda Guerra Mundial. Por si esto fuera poco, a la situación se le sumó un movimiento feminista muy creciente, en el que las madres de muchos hogares empezaban a trabajar. La forma en la que la humanidad se alimentaba iba a cambiar de forma drástica.
El enorme cambio en la forma de producción y venta de los productos agrícolas, a lo largo y ancho de todo el planeta, asentó así las bases de la agroindustria actual. También se cambiaron los productos que adquiríamos para nuestra alimentación y se produjo una modernización del campo, a través de la maquinización y el uso intensivo de fertilizantes, herbicidas y cultivos de alto rendimiento. Aparecían así las primeras y vastas plantaciones de monocultivos, que podían sembrarse todo el año y con un gasto de personal mucho menor para el productor.
Entre 1970 y 1990 la producción de alimentos por hectárea aumentó y con ello la producción de alimento por persona se incrementó hasta un 11%. Pero este éxito es el que hay que analizar desde una perspectiva menos productivista y analizar si los datos se transforman en un cambio real. Según Riechmann este aumento no repercutió en la disminución real del hambre ya que (sin contar a China, por tener una política agraria regida por parámetros muy distintos) el número de personas hambrientas en el mundo creció de igual manera un 11%, pasando de los 536 millones a 597.
A raíz de estos cambios, no solo de producción sino que también de consumo, nacieron los primeros problemas de sobrepeso y obesidad a gran escala. Fue en 1977 cuando el nutricionista McGovern publicó el primer estudio que relacionaba la dieta y estos problemas. Desmentido en sus inicios hasta la saciedad por los lobbies del azúcar, la carne, los lácteos y demás derivados, sus postulados acabaron siendo aceptados por su contundencia.
Con este descubrimiento nació la nueva moda del deporte para estar sano y un nuevo mundo de comidas bajas en grasas. El problema de esa comida de baja calidad y baja en grasa es que sabe horrible, por lo que se pasó a comer alimentos con menos grasa, aunque, eso sí, con el doble de azúcar. Ahí es donde explotó el mundo de los procesados y se disparó el marketing de productos «sanos». Fue el segundo paso de una revolución que cambio lo que comemos y nos alejó de lo que cualquier abuela llamaría comida de verdad.
Esta revolución, al ir acompañada de la liberalización de los mercados, produjo una deslocalización de la producción. Los países que pudieron aprovecharla, como China, han crecido a un ritmo sin precedentes y cientos de millones de personas se han alejado de la pobreza extrema. Occidente mientras tanto, al tener las necesidades básicas cubiertas, y a un precio mucho menor que en la primera mitad de siglo, decide empezar a disfrutar de esta abundancia e invertir el dinero que sobra en bienes de consumo.
Aquí empezó nuestro mundo. Gracias a la comida se empezó a vivir como nunca antes. Llega la abundancia en todo su esplendor y esa abundancia no llega de otro lugar que de lo que la Tierra nos da.
The Green Reader 
Muy interesante Alberto.
Como siempre , vivimos en una ignorancia grandísima, y quizás esta junto con el egoísmo sea la base del problema.
Que puede hacer contra esto el ciudadano de a pie?
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Lo más importante que puede pasar es que en nos preocupemos de verdad porque las consecuencias de nuestras acciones. Para soluciones más concretas vas a tener que leer toda la temporada que no quiero arruinarla jeje
Espero que sigas leyendo, te comas el coco tambien! Un saludo
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Alberto me gusta lo que escribes y nos haces pensar…pero espero que no se te ocurra animarnos al final a tener nuestro.propio huerto y pequeña granja….porque desde luego muchos de nosotros vivimos en un piso y somos más bien urbanos sin dedos verdes…. Así que seguiré leyendo te a ver que nos propones hacer para cambiar esta situación.
Un abrazo y…sigue concienciandonos!
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